Guillermo Vega Zaragoza

(Colonia Guerrero, DF, 1967).
Nació en México, Distrito Federal en 1967. Escritor, periodista y maestro universitario.
Ha publicado un libro de cuentos: Antología de lo indecible (Plan C/FONCA/CONACULTA, 2004), y dos de poemas: Desde la patria del insomnio (Fridaura, 2007);
Sinsaber (edición de autor, fuera de comercio). Estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la UNAM y el Diplomado de Creación Literaria en la SOGEM: Sus textos han aparecido en diversas antologías de México, Estados Unidos, Colombia, Cuba y España. Trabaja en la redacción de la Revista de la Universidad de México de la UNAM e imparte cursos y talleres literarios. Actualmente es profesor del Diplomado de Creación Literaria del INBA. Ha colaborado en el suplemento cultural La Jornada Semanal del periódico La Jornada, en La Cultura en México de la revista Siempre!, El Ángel del diario Reforma, y en TOMA Revista Mexicana de Cine, entre otras publicaciones. Le interesa lo bello, lo extraño, lo intenso y lo caótico. Le gusta incordiar a los parroquianos y provocar holocaustos internos.

Entusiasta de la virtualidad y las redes sociales, su blog es: http://ombloguismo.blogspot.com email: gvegaz@yahoo.com
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Descarga gratuita del poemario Desde la patria del insomnio, en el siguiente link: http://scribd.com/doc/42661554
Consigue Antología de lo indecible (Plan C Editores/FONCA/CONACULTA) en http://planceditores.com

Ha publicado (descargar los 5 temas): Tierra prometida -  La ilusión del caníbal  -  Mujer en penumbra  -  La catástrofe  -  El cuerpo le estorba a la palabra


Tierra prometida


Para N.
Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar.
Éxodo, 14:16


Extasiado,
te miro dormir
como debió ver
Moisés que las aguas se abrían ante los suyos
para llegar a la tierra prometida,
blanca e infinita,
como la piel de tu espalda
dividida en dos mundos paralelos
que mi boca se apresta a conquistar.

Bebo de ti la leche de la madre
con la avidez de un condenado.
Quisiera ser tu madre,
concebirte y tenerte dentro de mí,
para nacerte al fin
y volverme tu hijo,
que me devores
para volver a tu interior,
para que me nazcas de nuevo
y nacer y morir
y volver a nacer entre tus muslos.

Podría mirarte respirar otros veinte o dos mil años
tan sólo para saber que existes,
que no eres producto de la fiebre o el delirio,
que estás aquí, en este lugar de los desvelos
y que te admiro como el impuntual cometa que eres,
que siempre has sido.
Pero has regresado al fin
y no quiero dejarte ir
sin quedarme otra vez
con un pedazo de tu luz.

Tu cuerpo desnudo,
prístino e interminable,
es lo más cerca que estaré del cielo en esta vida.


La ilusión del caníbal



No bromea aquel que confiesa:
“Me la comería a besos”.
Si pudiera, la engulliría toda
como la boa del diminuto príncipe,
como la tierra ávida
absorbe la lluvia en el desierto.

El beso es una mordida extraviada,
un tímido devoramiento
en una danza de lenguas excitadas.

El beso es una cópula perversa,
hermafrodita,
donde ambos se penetran
y se preñan de hijos minúsculos
que nacen y mueren y resucitan
cada vez que los labios se aproximan.

El beso es la ilusión del caníbal,
deseo prohibido de la carne prójima,
aliento vital desesperado,
agonía infinita del instante.

Para cumplir con su cometido,
los que se besan
deben consumirse mutuamente,
a plazos pero sin pausa,
con insaciable pasión antropófaga,
deglutirse con paciente ternura
hasta el último hueso,
y separarse como si ya no fueran uno,
para volverse a devorar
en el banquete próximo.

El fin del beso es imposible.
Cada beso es uno solo,
inacabable. 


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Mujer en penumbra


La noche es clara en su
penumbra,
como nunca antes,
como siempre.
Los sonidos no la invaden.
Nada la perturba sino el silencio.



Desde los recovecos del insomnio
aparece la niebla.
Quién sabe de dónde
vienen las palabras
que la van poblando,
que adquieren poco a poco
la forma de tu cuerpo acercándose
liviano, delgado,
casi transparente.

Nada es mío.
Y sin embargo
sé que soy el rey del mundo,
casi Dios,
porque tú vienes hacia mí.

Y entonces entramos en la caverna.
Y yo te miro y tú miras las sombras.
Y no pasa nada sino el tiempo.
Ahí está tu cuerpo,
intocado.
Y tus labios y tus senos,
Intocados.
Y tus caderas y tus piernas,
Mujer en penumbra
intocadas.
Nada las perturba.
Será que no se saben tan deseadas.

Y yo regreso y me lamento
por no tenerte,
por saber que no te soy necesario,
que no lleno nada,
que tu vacío no me necesita.
Y la noche sigue tan clara en su
penumbra.


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La catástrofe


Empezará así:
el día menos pensado
te encontraráscon que ya no recuerdas
mi rostro.
Querrás verlo en las fotos
donde estamos juntos,
pero yo habré desaparecido de ellas.
Luego desearás escuchar mi voz,
pero mi número ya no estará en tu teléfono.
Me buscarás en la guía y todo será en vano.


Después, me escribirás un correo
pero el servidor te responderá:
“no fue posible entregar el mensaje”.
Tampoco estaré ya entre tus redes.
Cualquier vestigio de las palabras
que escribí pensando en ti se habrá esfumado.

Vendrás a la ciudad a buscarme,
pero te perderás,
como acostumbras,
darás mil vueltas por las calles
y nunca encontrarás mi casa,
ésa en donde un día quise que te quedaras.
Te parecerá haberme visto
en lugares insólitos.
Me confundirás con otros hombres,
incluso con algunos
que ni siquiera se me parezcan.
Pensarás haber escuchado mi voz detrás de
ti,
diciéndote algún poema que ya no recuerdas.
Entonces sabrás que me has olvidado por
completo.
Seguirás con tu vida ocupada y feliz.

Y un día,
también el menos pensado,
por casualidad,
te encontrarás con alguien
que tendrá mi nombre,
mi rostro, mi voz
y hasta la misma dirección,
y de súbito te acordarás de quién era,
pero él ya te habrá olvidado
después de tanto tiempo.

Sólo así,
hundiéndonos
en la catástrofe del olvido,
será posible enamorarnos
de nuevo. 


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El cuerpo le estorba a la palabra


¿Por qué no tienes versos en lugar de piel?
¿Por qué no puedo tocarte sólo con letras,
sílabas y acentos?
¿Por qué tus senos no pueden ser las líneas de un soneto,
para recitarlos de memoria?
¿Por qué tus piernas no son rimas paralelas
y tu vientre blanco un verso libre?
Tus nalgas podrían ser redondillas,
tus brazos endecasílabos y tus labios
nocturnos o madrigales.

Y tu sexo,
ah, tu negro sexo,
un haiku interminable.



 
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